El BCE renuncia al control de la inflación a corto plazo.

Rueda de prensa del BCE, de izda. a dcha. Luis de Guindos, Vicepresidente del BCE, Christine Lagarde, Presidenta del BCE y Wolfang Proissl, Director General de Comunicación del BCE. Fotografía tomada por Angela Morant bajo licencia Creative Commons.

El pasado 6 de junio, Christine Lagarde, expresidenta del IMF (Internationnal Monetary Fund) y actual Presidenta del BCE (Banque Centrale Européenne), compareció ante los medios en la rueda de prensa, acompañada de su vicepresidente, Luis de Guindos, exministro de Economía español desde 2011 hasta el 2018, programada por la propia entidad para exponer los cambios en la estrategia monetaria, filtrados con mucha antelación a la prensa, siendo previsible para muchos, tras la decisión del Banco de Canadá el día anterior.

El BCE anunció con solemnidad, como le es habitual, la relajación de su estrategia monetaria restrictiva para intentar controlar la alta inflación que asola la Zona Euro. Su presidenta comunicó que “The Governing Council today decided to lower the three key ECB interest rates by 25 basis points” (En el día de hoy, el Consejo de Gobierno ha tomado la decisión de bajar los tres tipos de interés oficiales del BCE en 25 puntos básicos), exponiendo, en sus propias palabras, que este cambio, tras nueve meses, se producía porque “the inflation outlook has improved markedly” (Las previsiones de inflación habían mejorado de manera significativa), de manera que el recorte en los tipos de interés arrojaba los siguientes números:

·Depósitos: 3,75%

·Financiación: 4,25%

·Marginal de crédito: 4,50%

Parece realmente contradictoria la modificación de los tipos a la baja basados en la mejora de las previsiones que muestra la inflación, a la par que se renuncia al objetivo del 2% para el ejercicio correspondiente al 2024. De hecho, el órgano de control monetario del eurosistema, ha renunciado a dicho objetivo en el corto plazo, situándolo, si los datos macroeconómicos acompañan a sus decisiones, para el año 2026, condicionado a que el crecimiento económico oscile al alza de forma gradual del 0,9% al 1,6% hasta llegar a dicho ejercicio.

La búsqueda del equilibrio, en cuyos esfuerzos se concentran los recursos de los bancos centrales, se torna aún más compleja si cabe, si al fracaso monetario del euro como reserva de valor, como la mayoría del sistema FIAT, pues sólo el dólar ha conseguido serlo, se suma la subordinación estratégica a este último, con un flujo de comunicación constante con la FED, al igual que ocurre con otros, como el Banco de Japón, condicionando el devenir funcional del eurosistema. De ahí, que el desacople con la Reserva Federal sólo sea de 25 puntos básicos, augurando que, a lo largo de este verano, Powell, aunque ha expresado su intención de mantener los tipos todo el período estival, se vea obligado al anuncio de un recorte similar al que esta semana ha hecho la propia Lagarde, por la necesidad de un crecimiento superior antes de noviembre.

Asimismo, a lo ya expuesto, ha de anudarse la complejidad que presenta la diversidad estructural de la distintas economías presentes en la Eurozona, todas ellas endeudadas por encima de las preferencias del propio BCE, que ve alejarse, con desesperanza, un cumplimiento armonizado del déficit y la rigidez deseada en los salarios que les permita orquestar el lazo definitivo a una inflación desbocada, que como un caballo salvaje a punto de descabalgar al jinete, les amenaza en su estabilidad estratégica.

El escaso crecimiento económico a la apertura del año, un insuficiente 0,3% obliga al BCE a una reducción de tipos que llega antes de lo deseado, con una inflación fuera de los márgenes aceptables y un futuro incierto de las economías de la Zona Euro. Habrá que esperar a ver cómo reaccionan los inversores ante el aumento de la liquidez en los mercados y cuáles serán los valores para la reserva de valor preferentes.

Puedes acceder a la rueda de prensa en el siguiente enlace.

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